miércoles, 23 de mayo de 2012

EL CAFE CENTRAL

Ayer tuve el placer de escuchar un concierto de Boogie Boogie a dos pianos, interpretado por el legendario Bob Seeley y lluis Coloma, en el café Central de Madrid. Se puede tomar una copa, cenar y escuchar la mejor música, como si esto fuera Europa. Y la gente no lo sabe, o lo sabe poco. Debería haber colas, empujones y pellizcos en la puerta para entrar, pero estábamos cuatro despistados y un numeroso grupo de americanos y canadienses, que deben volver a su país con la sensación de que esto es una capital de la música y de la cultura de tres pares de cojones (criaturas). Y todo gracias a gente como los del Central que, a pesar de los mil inconvenientes, problemas, obstáculos administrativos, pegas del ayuntamiento, y jaleo con los vecinos, imagino, se mantiene como un totem inquebrantable, auténtica antorcha en medio de la oscuridad más vil, emblema del buen hacer en un mundo de trolls y tarugos, con la única ayuda de su propio esfuerzo y talento, armados con el exiguo escudo de la paciencia. Gracias por no desfallecer y seguir ahí durante años, amigos del Central, porque algunos sí nos damos cuenta, admiramos y respetamos vuestro trabajo, y sobre todo, rezamos para que estéis ahí siempre, hasta el fin de los tiempos, regalándonos conciertos de jazz en directo, como si esto fuera una ciudad seria.

martes, 22 de mayo de 2012



El Gargantúa.

Desde luego, si de pequeño tus padres te llevan a este tobogán, las cosas cambian. Siempre pensé que el gargantúa era cosa conocida internacionalmente, algo que pertenecía al acerbo cultural de todos los pueblos. Y no. al parecer, es algo del norte, y tengo constancia que se ha visto en Logroño, en Vitoria, en Bilbao. Tú llegas, con tu traje de domingo, a las fiestas de tu pueblo. Y allí te encuentras con un monstruo gigantesco, que engulle a los niños. Todos felices, en fila, y tú muerto de miedo. Cuando los traga, la boca se cierra y se le mueven los ojos, como extasiado por el placer de comer niños. En ese momento tú bajas por el oscuro tobogán, y sales literalmente por el culo. El miedo era incontrolable, pero se transformaba en placer supremo al superarlo. Hay algo de iniciático en todo esto, qué duda cabe. El niño engullido por el monstruo sale de su interior transformado en héroe. Seguro que Jung tiene algo publicado sobre el gargantúa. La boina gigante, la mesa con mantelito de cuadros, rojos y blancos. Bilbao.
El Texto sobre Madrid-Cómics.
Me pidieron escribir sobre mis experiencias en la tienda.


Recordar
Frío. Te abrigas. Comienza a llover. Tienes prisa, o no. Hay cosas por hacer y la angustia se mantiene caliente en el termo. Los problemas ruedan por tu cabeza, como bolas de billar jugadas por un torpe. Tus pies te llevan de un lado a otro sin rumbo, por caminos magnéticos inconscientes. Cuando te quieres dar cuenta, ya te has desviado millas de tu objetivo. Estás en la calle Silva. Tu otro yo, que te acompaña siempre, sabe perfectamente dónde se dirige. Tu amigo invisible, ese conejo gigante que hace de tí lo que quiere, te empuja hacia la puerta. Ahí estás otra vez. 
¿Por qué? ¿Por qué siempre lo mismo? Porque no hay salida. No puedes huir de tu pasado. Quieres ser otro, ser adulto de una maldita vez. Quieres cambiar, mejorar. Pero no es posible, porque hace frío. Fuera, en el mundo, en la realidad áspera e ininteligible, hace frío. No has conseguido superarlo. Siempre estuviste incómodo en el mundo real. Harvey, el conejo, se empeña en que lo reconozcas. No es un problema de madurez. No hay nada que madurar. Heidegger lo sabía. Hay que asumirlo. Eres un Goofy-Goover, como diría Patricio. Hay que entrar, y asumirlo, enfrentarse a ello. Ya no tenemos edad para disimular, ni siquiera para sentirse culpables. 
Te gustan los tebeos, más que nada. Te enloquecen. Así de absurdo. Así de triste. Te gustan los dibujos, y los globitos. Te gustan los narigones, y los superhéroes musculosos, y las macizas, y los raros, y el Príncipe valiente, y sobre todo, Flash Gordon. Y te gustan los tebeos raros, los bonitos, y los graciosos. Pero lo que te encanta es estar ahí dentro, porque te sientes como en casa. Adoras a los chicos, a la chica de la tienda. Nunca se lo has dicho. Sería horrible. Pero sin haber cruzado más de dos palabras con ellos, para hablar de Rip Kirby o el último Daniel Clowes, sabes que son como hermanos, amigos para siempre, hermanos de sangre. Darías la vida por esa tienda, y cuando la ves llena de mecanotubos, porque el techo se cae, adviertes alarmado que algo muy importante en tu vida se resquebraja, y tienes miedo. Ellos, los chicos de la tienda, te tranquilizan. –No pasa nada. Es una cosa provisional. 
Provisional como todo en tu vida, excepto esta tienda de cómics. La tienda permanece. El universo se expande y Madrid-Cómics nos sirve para trazar un eje sobre el que establecer parámetros, para no perderse en el raído mapa de los Héroes del Tiempo, robado al Ser Supremo. Todo gira a partir de este Omphalos, ombligo del mundo, donde comenzó todo. 
Llueve, hace frío, pero el calor de los recuerdos calienta nuestras almas exhaustas. Gracias a Madrid-Cómics no necesito mecanotubos que me sostengan. Gracias a vosotros, amigos de Madrid-Cómics, siento que algo permanece, en el caos absurdo que reina sobre nuestras cabezas. Volveré, una y otra vez, a oler, a toquitear las páginas de sus tebeos, a poner a prueba vuestra infinita paciencia, y a recordar.
Alex de la iglesia
Ayer, tras descubrir que echaba de menos los blogs realizados en épocas pasadas, decidí que ya iba siendo hora de volver a estas tierras fértiles de Blogger, donde los 140 caracteres que me han abducido cibernéticamente dan paso a miles, a cientos de miles de caracteres totalmente prescindibles, pero jugosos en frivolidad y tontería. Por eso, os conmino a zambulliros en este blog que es el vuestro. La señora Lansbury ha vuelto, cargada de emocionantes historias y fascinantes personajes.

En estas páginas descubriremos nuevos y apasionantes casos de la Señora Mayor, en qué está metida, y a qué dedica el tiempo libre. También disfrutaremos de las aventuras de sus amigos y vecinos. Felipe, el perro salchicha, correteará y dejará su huella de orina en las esquinas de estas páginas. Sabremos si Carlos Areces me perdonará por no poder ir a su cumpleaños, si algún día rodaré una película sobre Tchaikovski, o si conseguiremos esquivar a Lobo Negro en las oscuras calles de Madrid.

Lansbury Strikes Back!