EL CAFE CENTRAL
Ayer tuve el placer de escuchar un concierto de Boogie Boogie a dos pianos, interpretado por el legendario Bob Seeley y lluis Coloma, en el café Central de Madrid. Se puede tomar una copa, cenar y escuchar la mejor música, como si esto fuera Europa. Y la gente no lo sabe, o lo sabe poco. Debería haber colas, empujones y pellizcos en la puerta para entrar, pero estábamos cuatro despistados y un numeroso grupo de americanos y canadienses, que deben volver a su país con la sensación de que esto es una capital de la música y de la cultura de tres pares de cojones (criaturas). Y todo gracias a gente como los del Central que, a pesar de los mil inconvenientes, problemas, obstáculos administrativos, pegas del ayuntamiento, y jaleo con los vecinos, imagino, se mantiene como un totem inquebrantable, auténtica antorcha en medio de la oscuridad más vil, emblema del buen hacer en un mundo de trolls y tarugos, con la única ayuda de su propio esfuerzo y talento, armados con el exiguo escudo de la paciencia. Gracias por no desfallecer y seguir ahí durante años, amigos del Central, porque algunos sí nos damos cuenta, admiramos y respetamos vuestro trabajo, y sobre todo, rezamos para que estéis ahí siempre, hasta el fin de los tiempos, regalándonos conciertos de jazz en directo, como si esto fuera una ciudad seria.
Ayer tuve el placer de escuchar un concierto de Boogie Boogie a dos pianos, interpretado por el legendario Bob Seeley y lluis Coloma, en el café Central de Madrid. Se puede tomar una copa, cenar y escuchar la mejor música, como si esto fuera Europa. Y la gente no lo sabe, o lo sabe poco. Debería haber colas, empujones y pellizcos en la puerta para entrar, pero estábamos cuatro despistados y un numeroso grupo de americanos y canadienses, que deben volver a su país con la sensación de que esto es una capital de la música y de la cultura de tres pares de cojones (criaturas). Y todo gracias a gente como los del Central que, a pesar de los mil inconvenientes, problemas, obstáculos administrativos, pegas del ayuntamiento, y jaleo con los vecinos, imagino, se mantiene como un totem inquebrantable, auténtica antorcha en medio de la oscuridad más vil, emblema del buen hacer en un mundo de trolls y tarugos, con la única ayuda de su propio esfuerzo y talento, armados con el exiguo escudo de la paciencia. Gracias por no desfallecer y seguir ahí durante años, amigos del Central, porque algunos sí nos damos cuenta, admiramos y respetamos vuestro trabajo, y sobre todo, rezamos para que estéis ahí siempre, hasta el fin de los tiempos, regalándonos conciertos de jazz en directo, como si esto fuera una ciudad seria.